Esto de emergentes lo habíamos oído antes. Tecnologías, países, sectores de la economía, incluso profesiones y modelos de negocios llevan ese calificativo, pero parece una auténtica novedad cuando se trata de contaminación. Bajo la categoría de contaminantes emergentes se encuentran diferentes tipos de vertidos domésticos y residuos generados en las áreas urbanas. Pongamos que hablamos de medicamentos, detergentes, drogas, productos de cuidado personal y, claro está, los componentes de las toallitas higiénicas. Todos son contaminantes emergentes.
El ser humano arroja estos contaminantes por el inodoro, la ducha o el lavabo y acaban en ríos, mares y otros sistemas de agua ya sea de forma no intencionada (a través de orina, heces, jabones...) o de forma voluntaria (tirando a la basura productos sobrantes o caducados) como medicamentos, pinturas, barnices, disolventes, aceites...
En su mayor parte, esta contaminación no es observada ni es visible, y sólo se advierte su presencia cuando mueren centenares o miles de peces, pero es más frecuente que nunca llegue a conocerse. Esta problemática puede recibir el nombre del MONSTRUO INVISIBLE.
Hoy en día convivimos diariamente con un sinfín de sustancias químicas, algunas beneficiosas para la salud mientras que otras no. Unas de las vías de entrada de estos contaminantes en el medioambiente es a través de las aguas residuales de uso doméstico. Es decir, se trata de una fuente difusa de contaminación en la que el ciudadano es quien contamina. Debido a las características físico-químicas de algunas de las sustancias (como por ejemplo su alta estabilidad frente a procesos de depuración), los sistemas de depuración no pueden garantizar su eliminación (bien sea por las concentraciones a las que se representa la red de saneamiento la variedad de formulaciones químicas presentes) y por tanto algunas terminan en los diferentes sistemas acuáticos.